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Reflexionando

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“Jesús salió al encuentro de las mujeres y les dijo: ¡Alégrense!”. Es probable que la falta de alegría sea el pecado del que menos nos confesamos. Pero no el menos importante. Alegría es la actitud del que está gozando de un bien poseído. Así como esperanza es la pasión que pone aquel que ansía conseguir un bien arduo y tiende con todas sus fuerzas a él. Ambas cosas, alegría y esperanza son cosas que nos están faltando a los argentinos. Si no estamos alegres, a pesar de los muchos bienes, materiales y espirituales o psicológicos que poseemos, es porque nos debe estar faltando algo. Entonces lo necesario es Esperanza. No tenemos alegría porque nos falta esperanza.
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Muchas veces el dolor nos abruma y nos paraliza. Muchas veces nos rebelamos contra el dolor y contra Dios, al que culpamos de permitirlo. ¿Por qué a mí?, nos preguntamos. ¿Por qué me tiene que tocar a mí este dolor?. ¿Por qué Dios me lo manada ?. ¿Por qué me castiga?. Muchas veces si no estamos alegres a pesar de los bienes poseídos, es porque en nuestro corazón está el veneno de la amargura o el resentimiento. Nos resentimos en el corazón, porque estamos sintiendo nuevamente, el dolor que causó una ofensa o una palabra o situación. Estamos rumiando los pensamientos negativos y pensando constantemente en nuestras desgracias. No hay alegría posible con el resentimiento o la tristeza. En cambio la alegría es posible con el dolor, incluso con el dolor físico, cuando lo aceptamos en paz.
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Alegría es estar en paz conmigo mismo, con los demás y con Dios. Tener en paz mis bienes y contentarme con ellos. No envidiar, ni codiciar nada malo, falaz o ajeno. “Sólo Dios basta”, diría Santa Teresa.
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